Buscar este blog

viernes, 10 de abril de 2015

Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad Capítulo 36

Capítulo 35             Capítulo 37


Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad


Capítulo 36

Diferenciales de Estado

Harry y Hermione
¿Harry y Hermione?

Desorientación conmovedora, así era cómo se sentía salir desde la Plataforma Nueve y Tres Cuartos hacia el resto de la Tierra, el mundo que Harry había pensado una vez era el único mundo real. Personas vestidas en camisetas casuales y pantalones, en vez de las más dignas túnicas de los magos y las brujas. Pedazos de basura desperdigados aquí y por allá alrededor de las bancas. Un olor olvidado, los humos de la gasolina quemada, cruda y afilada en el aire. El ambiente de la estación de tren King's Cross, menos brillante y animado que Hogwarts o el Callejón Diagon; las personas parecían más pequeñas, más temerosas, y probablemente hubiera intercambiado con mucho animo sus problemas para luchar contra un mago oscuro. Harry quería lanzar un Scourgify para la mugre, y Everto para la basura, y de haber conocido el hechizo, un Encantamiento de Casco-Burbuja para no tener que respirar el aire. Pero no podía usar su varita, en este lugar...

De este modo, Harry comprendió, debía ser cómo se sentía ir de un país del Primer Mundo a un país del Tercer Mundo.

Nada más que había sido el Mundo del Principio Cero el que Harry había abandonado, el mundo mágico, de los Encantamientos de Limpieza y los elfos domésticos; donde, entre las artes sanadoras y tu propia magia, podías llegar a los ciento siete años antes de que la vejez empezara a molestarte.

Y Londres no-mágica, Tierra Muggle, a la cual Harry había regresado temporalmente. Aquí era donde Mamá y Papá vivirían el resto de sus vidas, a menos que la tecnología diera un salto de rana por encima de la calidad de vida de los hechiceros, o algo más profundo cambiara en el mundo.

Sin tan siquiera pensarlo, la cabeza de Harry se giró hacia atrás y sus ojos cayeron como dardos sobre el baúl de madera que se escurría detrás suyo, sin ser visto por ningún Muggle, las garras de tentáculo ofreciendo una rápida confirmación de que, sí, él no lo había imaginado todo...

Y estaba la otra razón para la sensación de ahogo en su pecho.

Sus padres no lo sabían.

Lo desconocían todo.

Lo desconocían...

"¿Harry?" llamó una delgada, rubia mujer cuya perfecta gracia y piel sin arrugas la hacía lucir mucho más joven que treinta y tres; y Harry se dio cuenta con sorpresa que era magia, él no había reconocido las señales antes sin embargo ahora podía observarlas. Y cual fuera la poción que había durado tanto, debió haber sido terriblemente peligrosa, porque la mayoría de las brujas no se hacía eso a sí mismas, no estaban así de desesperadas...

Había agua acumulándose en los ojos de Harry.

"¿Harry?" gritó un hombre que se veía mayor con un panza creciente sobre su estómago, vestido con ostentosa despreocupación académica dentro de un chaleco arrojado sobre una camiseta verde gris-oscura, alguien que siempre había sido un profesor a donde quiera que fuera, quien ciertamente hubiera sido uno de los magos más brillantes de su generación, de haber nacido con dos copias de ese gen, en lugar de cero...

Harry levantó su mano y la agitó hacia ellos. No podía hablar. No podía decir nada.

Ellos llegaron a él, sin correr, sino con una regular, dignificada caminata; así de rápido era capaz de caminar el Profesor Michael Verres-Evans, y la Sra. Petunia Evans-Verres no iba a andar más veloz que eso.

La sonrisa en el rostro de su padre no era muy ancha, sin embargo su padre nunca era dado a las sonrisas grandes; era, cuando menos, tan ancha como Harry la había llegado a ver jamás, más ancha que cuando llegaba una nueva subvención, o cuando uno de sus estudiantes conseguía una posición, y no podías pedir una sonrisa más ancha que esa.

Mamá parpadeaba con fuerza, y estaba intentando sonreír pero no hacía un buen trabajo.

"¡Entonces!" exclamó su padre al acercarse dando zancadas. "¿Ya hiciste algún descubrimiento revolucionario?"

Por supuesto que Papá lo consideraba un chiste.

No había dolido tanto cuando sus padres no habían creído en él, hace tiempo cuando nadie más había creído en él, hace tiempo cuando Harry no sabía lo que se sentía ser tomado en serio por personas como el Director Dumbledore y Profesor Quirrell.

Y ahí fue cuando Harry comprendió que el Niño-Que-Vivió únicamente existía en la Bretaña mágica, que no había tal persona en Londres Muggle, nada más un lindo y pequeño niño de once años que se iba a casa para Navidad.

"Disculpen," Harry dijo, con voz temblorosa, "Voy a perder el control y llorar ahora, no significa que haya habido algo malo con la escuela."

Harry inicia un movimiento hacia adelante, y luego se detuvo, dividido entre abrazar a su padre y abrazar a su madre, él no quería que ninguno de los dos se sintiera menos o más amado por Harry que el otro -

"Tú," jadeó su padre, "eres un niño muy tonto, Sr. Verres," y gentilmente tomó a Harry por los hombros y lo empujó a los brazos de su madre, quien se estaba arrodillando, lágrimas ya deslizándose por sus mejillas.

"Hola, Mamá," Harry habló con la voz fallando, "He regresado." Y la abrazó, en medio de ruidosos sonidos mecánicos y el olor de la gasolina quemada; y Harry empezó a llorar, porque conocía que nada podía regresar a como era, sobretodo él.

...

El cielo era completamente oscuro, y las estrellas estaban saliendo, para cuando pudieron negociar con el tráfico de Navidad hacia el pueblo universitario que era Oxford, y aparcarse en la entrada de coches de la pequeña casa, de aspecto viejo y deslucido que su familia usaba para mantener sus libros a salvo de la lluvia.

Mientras caminaban por el estrecho tramo de pavimento que llevaba a la puerta del frente, pasaron una serie de floreros que contenían pequeñas, turbias luces eléctricas (turbias ya que tenían que recargarse a sí mismas con poder solar durante el día), y las luces se encendían a medida que ellos avanzaban. La parte difícil había sido encontrar sensores de movimiento que fuera a prueba de agua y se activaran justo a la distancia correcta...

En Hogwarts había antorchas verdaderas como esa.

Y entonces la puerta de enfrente se abrió y Harry penetró en la sala de estar, parpadeando con fuerza.

Cada pulgada de espacio en la pared estaba cubierta por una librería. Cada librería tiene seis estanterías, llegando casi hasta el techo. Algunas estanterías están saturadas hasta el tope con libros de tapa dura: ciencia, matemáticas, historia y todo lo demás. Otras estanterías tienen dos capas de libros de bolsillo de ciencia ficción, con la capa de atrás apoyada sobre cajas de pañuelos viejos o un tramo de madera, así puedes ver la capa de atrás de libros encima de los libros de enfrente. Y aún eso no es suficiente. Los libros están desbordándose sobre las mesas y los sofás amontonándose bajo las ventanas...

La casa de familia Verres estaba igual a como la había dejado, sólo que con más libros, que era justamente como la había dejado.

Y un árbol de Navidad, desnudo y sin decorar dos días antes de la Víspera de Navidad, lo que desconcertó a Harry brevemente antes de que lo entendiera, con un sentimiento de calidez naciente en su pecho, que por supuesto sus padres lo habían esperado.

"Quitamos la cama de tu cuarto para tener más espacio para más librerías," dijo su padre. "Puedes dormir en tu baúl, ¿cierto?"

" puedes dormir en mi baúl," contestó Harry.

"Eso me recuerda," inquirió su padre. "¿Qué hicieron al final sobre tu ciclo de sueño?"

"Magia," Harry respondió, yéndose derecho hacia la puerta que abría su cuarto, nada más en caso de que Papá no estuviera bromeando...

"¡Esa no es una explicación!" protestó el Profesor Verres-Evans, al tiempo que Harry gritó, "¿Usaste todo el espacio disponible en mis estanterías?"

...

Harry había pasado el 23 de Diciembre comprando las cosas Muggle que simplemente no podía Transformar; su padre había estado ocupado y había dicho que Harry necesitaría caminar o tomar el autobús, lo que había sido perfecto para Harry. Algunas personas en la tienda de hardware le habían otorgado a Harry miradas inquisidoras, pero él nada más había explicado con voz inocente que su padre estaba comprando en un lugar cercano y que estaba muy ocupado y que lo había enviado a él a conseguir algunas cosas (enseñando una lista escrita a mano más-o-menos-ilegible que cuidadosamente parecía-adulta); y al final, el dinero era dinero.

Todos habían decorado el árbol de Navidad juntos, y Harry había puesto una diminuta hada danzante en la punta (dos Sickles, cinco Knuts en la Tienda de Bromas Mágicas Gambol y Japes).

Gringotts había intercambiado con mucha presteza los Galeones por dinero en papel, aunque aparentemente no tenían una forma sencilla de cambiar grandes cantidades de oro en dinero Muggle, libre de impuesto y nada sospechoso en una cuenta numerada en un banco de Suiza. Esto había dificultado el plan de Harry de cambiar la mayoría de dinero que se había auto-robado en una combinación sensata de un 60% de fondos indexados y un 40% de Berkshire Hathaway. Por el momento, Harry había diversificado sus pertenencias un poco más al escaparse muy tarde en la noche, invisible y con Giratiempo, y enterrado cien Galeones dorados en el patio. Él siempre siempre siempre había querido hacer eso de todos modos.

Una parte de Diciembre 24 se usó para que el Profesor leyera los libros de Harry e hiciera preguntas. La mayoría de experimentos que su padre había sugerido no eran prácticos, al menos por el momento; los que sí lo eran, Harry ya los había hecho. ("Sí, Papá, revisé que sucedía si a Hermione se le daba una pronunciación cambiada y ella desconocía si era cambiada o no, ¡ese fue el primer experimento que hice, Papá!")

La última cuestión por la que había inquirido el padre de Harry, alzando la vista de Filtros y Pociones Mágicas con una expresión de agitado disgusto, que si todo tenía sentido cuando eras un mago; y Harry había respondido que no.

En ese punto su padre había declarado que la magia era no-científica.

Harry seguía algo conmocionado ante la idea de señalar una sección de la realidad y llamarla no-científica. Aparentemente Papá pensaba que el conflicto entre sus intuiciones y el universo implicaba que el universo tenía un problema.

(Aunque también, había muchos físicos que consideraban la mecánica cuántica como extraña, en vez de que la mecánica cuántica fuera lo normal y ellos los extraños.)

Harry le había mostrado a su madre el kit de sanador que él compró para tener en su casa, aunque la mayoría de las pociones no funcionarían en Papá. Mamá había contemplado el kit en una forma que hizo inquirir a Harry si alguna vez la hermana de Mamá había comprado algo así para el Abuelo Edwin y la Abuela Elaine. Y cuando Mamá siguió sin contestar, Harry había dicho apresuradamente que a ella nunca se le debió haber ocurrido. Y entonces, finalmente, él huyo del cuarto.

A Lily Evans probablemente no se le había ocurrido, eso era lo más triste. Harry sabía que otras personas tenían la tendencia a no-pensar sobre temas dolorosos, de la misma forma que tenían una tendencia a no poner deliberadamente sus manos sobre las brasas al rojo vivo de una estufa; y Harry había empezado a sospechar que la mayoría de los hijos de Muggle rápidamente adquirían una tendencia a no-pensar sobre sus familias, que como fuera iban a morir antes de alcanzar su primer siglo.

No que Harry tuviera intención alguna de permitir que eso sucediera, por supuesto.

Y entonces era la tarde del día Diciembre 24 y ellos iban conduciendo para llegar a su cena de la Víspera de Navidad.

...

La casa era enorme, no para los estándares de Hogwarts, pero ciertamente para los estándares de lo que podías conseguir si tu padre era un profesor distinguido intentando vivir en Oxford. Dos pisos de ladrillo brillando bajo el sol poniente, con ventanas encima de ventanas y una ventana alta que llegaba mucho más arriba de lo que el vidrio debería ir, ese iba a ser una enorme sala de estar...

Harry respiró profundamente, y tocó el timbre.

Se produjo un llamado distante de "Cariño, ¿puedes atender?"

Esto fue seguido por un lento tamborileo de pasos aproximándose.

Y entonces la puerta se abrió para revelar un hombre genial, de mejillas gordas y rosadas y cabello delgado, dentro de una camiseta azul de botones que se estrechaba un poco en las costuras.

"¿Dr. Granger?" El padre de Harry dijo enérgicamente, antes de que Harry pudiera hablar. "Yo soy Michael, y esta es Petunia y nuestro hijo Harry. La comida está en el baúl mágico," y Papá hizo un gesto vago detrás de él – no del todo en la dirección del baúl, de hecho.

"Sí, por favor, entren," solicitó Leo Granger. Se adelanto y recibió la botella de vino de las manos extendidas del Profesor, con un murmurado "Gracias," y entonces se hizo a un lado y agitó la mano hacia la sala de estar. "Siéntense. Y," bajando su cabeza para dirigirse a Harry, "todos los juguetes están en el sótano bajando por las escaleras, estoy seguro de que Herm bajará dentro de poco, es la primera puerta a tu derecha," y señaló hacia un pasillo.

Harry se lo quedó mirando por un momento, consciente de que le bloqueaba la entrada a sus padres.

"¿Juguetes?" preguntó Harry con animo, muy aguda voz, y ojos enormes. "¡Amo los juguetes!"

Se produjo un suspiro desde su madre atrás de él, y Harry entró a zancadas dentro de la casa, logrando no pisotear demasiado fuerte al caminar.

La sala de estar era tan grande como se veía desde afuera, con un enorme techo abovedado del cual colgaba un candelabro gigantesco, y un árbol de Navidad que debió ser asesinado para poder maniobrar a través de la puerta. Los niveles más bajos del árbol estaban rigurosa y detalladamente decorados en finos patrones de rojo y verde y dorado, con una reciente pizca de azul y bronce; las alturas que sólo un adulto podía alcanzar estabas desarregladas, envueltas al azar con tiras de luces y guirnaldas de oropel. Un pasillo se extendía hasta culminar en los gabinetes de una cocina, y escaleras de madera con barandillas de metal pulido se alargaban hacia un segundo piso.

"¡Cielos!" Harry exclamó. "¡Esta es una casa grande! ¡Espero no perderme por aquí!"

...

La Dr. Roberta Granger se estaba sintiendo bastante nerviosa a medida que se aproximaba la cena. El pavo y el asado, su propia contribución al proyecto en común, estaban cocinándose regularmente en el horno; los otros platos habían sido traídos por sus invitados, la familia Verres, que había adoptado a un chico de nombre Harry. Quien era conocido en el mundo mágico como el Niño-Que-Vivió. Y quien también era el único chico al que Hermione había llamado alguna vez "lindo", o tan siquiera notado, realmente.

Los Verreses habían afirmado que Hermione era la única niña de la misma edad de Harry cuya existencia su hijo había reconocido en cualquier forma.

Y podría haber sido disparar el arma demasiado pronto; pero ambas parejas tenían la suspicaz sospecha de que podría haber campanadas de boda resonando dentro de algunos años en el camino.

Así que mientras el Día de Navidad se pasaría, como siempre, con la familia de su esposo, ellos habían decidido pasar la Víspera de Navidad conociendo a la posible familia política de su hija en el futuro.

El timbre de la puerta sonó cuando ella estaba en la mitad de rociar el pavo, y alzó su voz y gritó, "Cariño, ¿puedes atender?"

Hubo un breve quejido de una silla y su ocupante, y luego el sonido de los pesados pasos de su esposo y la puerta abriéndose de par en par.

"¿Dr. Granger?" saludó la voz enérgica de un hombre mayor. "Yo soy Michael, y esta es Petunia y nuestro hijo Harry. La comida está en el baúl mágico."

"Sí, por favor, entren," dijo su esposo, seguido por un susurrado "Gracias" que indicaba que alguna clase de regalo había sido aceptado, y "Siéntense." Entonces la voz de Leo se alteró hasta llegar a un tono de entusiasmo artificial, y anunció, "todos los juguetes están en el sótano bajando por las escaleras, estoy seguro de que Herm bajará dentro de poco, es la primera puerta a tu derecha."

Hubo una pausa breve.

Entonces la voz animada de un joven aulló, "¿Juguetes? ¡Amo los juguetes!"

Se oyeron los pasos de entrada a la casa, y luego la misma voz excitada exclamó, "¡Cielos! ¡Esta es una casa grande! ¡Espero no perderme por aquí!"

Roberta cerró el horno, sonriendo. Había estado un poco preocupada por la forma en que Hermione había descrito al Niño-Que-Vivió – aunque ciertamente su hija no había señalado nada que indicara que Harry Potter era peligroso; nada como las oscuras insinuaciones que habían sido escritas en los libros que Roberta había comprado, supuestamente para Hermione, durante su viaje al Callejón Diagon. Su hija no había hablado mucho que digamos, sólo que Harry hablaba como si hubiera salido de un libro, y que Hermione estaba estudiando más duro que nunca en toda su vida para mantenerse adelante de él en clase. Pero a partir de lo oído, Harry Potter era un niño ordinario de once años.

Ella llegó a la puerta de enfrente justo cuando su hija bajó estrepitosamente las escaleras a una velocidad que no parecía sensata, Hermione había declarado que las brujas eran más resistentes a las caídas mas Roberta no estaba del todo convencida en creer eso -

Roberta tomó su primer vistazo del Profesor y la Sra. Verres, ambos se veían muy nerviosos, al tiempo que el niño con la cicatriz legendaria en su frente se volteaba hacia su hija y pronunciaba, ahora con voz más baja, "Buen encuentro en esta la más agradable de las noches, Señorita Granger." Su mano extendida hacia atrás, como si estuviera ofreciendo a sus padres en bandeja de plata. "Le presento a mi padre, el Profesor Michael Verres-Evans, y a mi madre, la Sra. Petunia Evans-Verres."

Y cuando a Roberta la boca se le estaba quedando abierta, el niño se giró hacia sus padres y apuntó, con la voz excitada otra vez, "Mamá, Papá, ¡esta es Hermione! ¡Ella es realmente inteligente!"

"¡Harry!" siseó su hija. "¡Deja de hacer eso!"

El niño giró de nuevo para encarar a Hermione. "Me temo, Señorita Granger," el niño explicó con gravedad, "que usted y yo hemos sidos exiliados al laberinto del recreo en el sótano. Permitamos que se queden en sus conversaciones de adultos, que sin duda alguna se elevan muy por encima de nuestros intelecto infantil, y reanudemos nuestra discusión interminable de las implicaciones del Escepticismo Humeano para la Transformación."

"Disculpen, por favor," solicitó su hija con un tono muy firme, y sujetó al niño por su manga izquierda, y lo arrastró por el pasillo - Roberta se volteó impotente para seguirlos mientras pasaban a su lado, el niño la saludó con euforia – y luego Hermione jaló al niño hasta la entrada del sótano y cerró con un portazo detrás de ella.

"Yo, ah, me disculpo por..." inició la Sra. Verres con voz de desfallecimiento.

"Lo lamento," prosiguió el Profesor, sonriendo profundamente, "Harry puede ser algo sensible con ese tipo de cosas. Pero creo que él está en lo correcto sobre que no estamos interesados en su conversación."

¿Es peligroso? Roberta quería preguntar, sin embargo mantuvo su silencio e intentó pensar en cuestiones más sutiles. Su esposo a su lado se estaba carcajeando, como si algo le hubiera parecido gracioso, en vez de aterrador.

El más terrible Señor Oscuro en la historia había intentado matar a ese niño, y el cascaron quemado de su cuerpo había sido encontrado al lado de su cuna.

Su posible hijo político.

La aprehensión de Roberta había estado incrementándose en cuanto ceder su hija a la hechicería – especialmente tras leer los libros, poner las fechas en relación, y concluir que su madre mágica probablemente había sido asesinada en la cúspide del terror de Grindelwald, no de haber muerto al darla a luz como su padre siempre había afirmado. Mas la Profesora McGonagall había realizado otras visitas después de su primer viaje, para "ver cómo lo está haciendo la Señorita Granger"; y Roberta no podía evitar pensar que si Hermione llegaba a decir que sus padres le estaban poniendo problemas a su carrera de hechicería, les harían algo para arreglarlos...

Roberta puso su mejor sonrisa sobre su rostro, e hizo lo que pudo para esparcir una pretendida alegría Navideña.

...

La mesa del comedor era más larga que lo que seis personas – este, cuatro personas y dos niños – en verdad necesitaban, pero toda ella había sido adornada con un fino mantel de lino blanco, y los platos habían sido innecesariamente transferidos a elegantes platos de servicio, que al menos eran de acero inoxidable en lugar de plata real.

A Harry le estaba costando un poco concentrarse en el pavo.

Las conversaciones se habían enfocado hacia Hogwarts, naturalmente; y había sido obvio que sus padres estaban esperando que Hermione cometiera un desliz y revelara más sobre la vida escolar de Harry de lo que el propio Harry les había estado contando. O bien Hermione había comprendido esto, o automáticamente ella estaba manteniéndose alejada de cualquier cosa que pudiera ser problemática.

Así que Harry estaba bien.

Sin embargo e infortunadamente Harry había cometido el error de informar por búho a sus padres con todo tipo de hechos sobre Hermione que ella no le había comunicado a sus propios padres.

Como que era la general de un ejército en actividades después de clases.

La madre de Hermione se veía bastante alarmada, y Harry había interrumpido rápidamente y hecho lo mejor que pudo para explicar que todos los hechizos eran paralizadores, el Profesor Quirrell siempre estaba vigilando, y la existencia de curación mágica significaba que varias cosas eran mucho menos peligrosas de lo que sonaban, en ese punto Hermione lo había pateado con fuerza bajo la mesa. Por fortuna el padre de Harry, quien Harry tenía que admitir era mejor que él para ciertas cosas, había aseverado con autoridad de profesor que él no tenía ni una pizca de preocupación, ya que no podía imaginar que a los niños se les permitiera hacer algo si fuera peligroso.

No era por eso que Harry estaba teniendo problemas para disfrutar la cena, sin embargo.

...el problema con sentir compasión por ti mismo es que nunca te demorabas mucho en encontrar alguien que estuviera peor.

El Dr. Leo Granger había preguntado, en un punto, si la amable profesora a la cual Hermione le agradaba, la Profesora McGonagall, le estaba otorgando muchos puntos en la escuela.

Hermione había respondido que sí, con una sonrisa aparentemente genuina.

Harry se las había arreglado, con algo de esfuerzo, para detenerse a sí mismo de señalar fríamente que la Profesora McGonagall nunca mostraría favoritismo a ningún estudiante de Hogwarts, y que Hermione estaba consiguiendo muchos puntos porque se había ganado cada, uno, de, ellos.

En otro punto, Leo Granger había ofrecido en la mesa su opinión de que Hermione era muy inteligente y que podría haber ido a la escuela médica para convertirse en una dentista, de no ser por todo el asunto con la brujería.

Hermione había sonreído de nuevo, y un rápido vistazo había prevenido que Harry hiciera la sugerencia de que Hermione también podría haberse convertido en una famosa científica internacional, e inquirir si ese pensamiento se le hubiera ocurrido a los Grangers de haber tenido un hijo en vez de una hija, o si era inaceptable de todos modos que su descendencia lo hiciera mejor que ellos.

Mas Harry estaba alcanzando rápidamente su punto de ebullición.

Y volviéndose mucho más agradecido del hecho que su propio padre siempre hubiera hecho todo lo que podía para apoyar el desarrollo de Harry como un prodigio y siempre lo había animado para llegar más alto y nunca disminuyó ni uno solo de sus logros, aún si un niño prodigio seguía siendo un niño. ¿Era este el tipo de hogar en que podría haber terminado, si Mamá se hubiera casado con Vernon Dursley?

Harry estaba haciendo lo que podía, sin embargo.

"¿Y en verdad ella te esta venciendo en todas tus clases excepto montar escoba y Transformación?" cuestionó el Profesor Michael Verres-Evans.

"Sí," Harry admitió con calma obligada, al tiempo que cortó para sí mismo otra rebanada de pavo de Víspera Navideña. "Por margenes sólidos, en la mayoría." Había otras circunstancias bajo las cuales Harry hubiera estado más reluctante a reconocer eso, por lo cual él no había llegado a contárselo a su padre hasta ahora.

"Hermione siempre lo ha hecho bastante bien en la escuela," afirmó el Dr. Leo Granger con tono satisfecho.

"¡Harry compite a nivel nacional!" exclamó el Profesor Michael Verres-Evans.

"¡Querido!" protestó Petunia.

Hermione estaba soltando risitas, y eso no hacía sentir mejor a Harry con respecto a la situación de ella. Parecía no molestar a Hermione y eso molestaba a Harry.

"No me siento avergonzado por perder con ella, Papá," Harry afirmó. Justo en ese momento no lo estaba. "¿Mencioné que ella memorizó todos los libros escolares antes del primer día de clases? Y sí, lo comprobé."

"¿Eso es, ah, usual en ella?" El Profesor Verres-Evans le preguntó a los Grangers.

"Oh, sí, Hermione siempre está memorizando cosas," contestó la Dra. Roberta Granger con una animada sonrisa. "Ella conoce cada receta en mis libros de cocina al pie de la letra. La extraño cada vez que hago de comer."

A juzgar por la mirada en el rostro de su padre, Papá estaba sintiendo al menos algo de lo que Harry sintió.

"No te preocupes, Papá," Harry intervino, "ella está recibiendo todo el material avanzado que puede manejar, ahora. Sus profesores en Hogwarts saben que ella es inteligente, ¡a diferencia de sus padres!"

Su voz se había elevado en las tres últimas palabras, e incluso todas las caras se voltearon a observarlo y Hermione lo volvió a patear, Harry sabía que lo había arruinado, pero era demasiado, simplemente demasiado.

"Por supuesto que somos conscientes de su inteligencia," replicó Leo Granger, empezando a ver con ofensa al niño que tenía la temeridad de alzar la voz en su comedor.

"Ustedes no tienen ni la más mínima idea," contraatacó Harry, el hielo ya colándose en su voz. "Ustedes piensan que ella lee muchos libros y es linda, ¿cierto? Ustedes ven una tarjeta con un reporte perfecto y piensan que es bueno que ella lo esté haciendo bien en clases. Su hija es la bruja más talentosa de su generación y la estrella más brillante de Hogwarts, y algún día, Dr. y Dra. Granger, ¡el hecho de que ustedes fueron sus padres será la única razón por la cual la historia los recordará!"

Hermione, quien calmadamente se había levantado de su silla y dado la vuelta a la mesa, escogió ese momento para agarrar a Harry por el hombro de su camisa y extraerlo de la silla. Harry se dejó jalar, sin embargo al tiempo que Hermione lo arrastró, él juró, levantando su voz todavía más, "Es enteramente posible que en mil años, ¡el hecho de que los padres de Hermione Granger fueran dentistas será la única razón por la cual cualquiera recuerde la odontología!"

...

Roberta miró hacia donde su hija acababa de jalar al Niño-Que-Vivió fuera del cuarto con una expresión paciente sobre su joven rostro.

"Lo siento terriblemente," se disculpó el Profesor Verres con una sonrisa divertida. "Mas no se preocupen por favor, Harry siempre habla de ese modo. ¿No son ya iguales a una pareja de casados?"

Lo aterrador era que sí lo eran.

...

Harry había estado esperando un sermón muy severo de parte de Hermione.

Pero después de que Hermione lo sacó de allí y lo metió dentro del sótano y cerró la puerta tras ellos, ella se giró -

- y estaba sonriendo, genuinamente hasta donde Harry podía ver.

"Por favor no, Harry," ella dijo con voz suave. "Aunque es muy lindo de tu parte. Todo está bien."

Harry nada más se la quedó mirando. "¿Cómo puedes soportarlo?" él preguntó. Tenía que mantener su voz baja, no querían que los adultos escucharan, mas se elevó en agudeza sino en volumen. "¿Cómo puedes tolerarlo?"

Hermione se encogió de hombros, y respondió, "¿Porque así es como los padres deben ser?"

"No," Harry replicó, su voz baja e intensa, "no es así, mi padre nunca me rebaja – bueno, sí lo hace, pero nunca de ese modo -"

Hermione alzó un solo dedo, y Harry esperó, viéndola buscar las palabras correctas. Le tomó un rato antes de hablar, "Harry... Les agrado a la Profesora McGonagall y al Profesor Flitwick porque soy la bruja más talentosa de mi generación y la estrella más brillante de Hogwarts. Y Mamá y Papá no saben eso, y nunca serás capaz de contárselos, sin embargo ellos me amaran de todos modos. Lo que significa que todo es como debería ser, en Hogwarts y en casa. Y ya que son mis padres, Sr. Potter, usted no tiene derecho a discutir." Una vez más estaba sonriendo con su misteriosa sonrisa de la cena, y mirando a Harry con mucho cariño. "¿Está claro, Sr. Potter?"

Harry asintió herméticamente.

"Bien," susurró Hermione, y se inclinó hacia él y lo besó en la mejilla.

...

La conversación acababa de reiniciarse de nuevo cuando un distante y agudo chillido los hizo poner los pies sobre la tierra,

"¡Oye! ¡Sin besos!"

Los dos padres explotaron en carcajadas al tiempo que las dos madres se levantaron de sus sillas con idénticas expresiones de horror y se impulsaron hacia el sótano.

Cuando los niños fueron traídos de regreso, Hermione afirmaba con un tono helado que nunca jamás iba volver a besar a Harry, y Harry estaba exclamando con voz indignada que el Sol tendría que extinguirse hasta ser una fría ceniza antes de que él le permitiera acercarse lo suficiente como para que lo pudiera intentar.


Lo que significaba que todo era del modo como debía ser, y todos se sentaron de nuevo para finalizar su cena de Navidad.

Capítulo 35             Capítulo 37


Nota del traductor


Leer más sobre el Principio cero de la termodinámica 

La referencia a Berkshire Hathaway es una expresión para indicar "invertir en acciones."

David Hume fue un gran filósofo escoces que afirmaba que la única fuente de conocimiento valida era la experiencia sensible y empírica.

Me encanta que cuando Harry dice "¡a diferencia de sus padres!" implica no sólo que los padres de Hermione no valoran lo inteligente que es, además los acusa a ellos mismos de no ser inteligentes. Un doble insulto con mucho estilo.

El próximo capitulo no es muy largo, en teoría debería traducirlo pronto. Sin embargo, voy a estar de viaje durante las siguientes dos semanas, por lo que es más que probable que mi usual agenda de trabajo se verá afectada.

Como siempre, gracias por leer.

...

Escrito por Less Wrong / Eliezer Yudkowsky

Traducido al español por Rhaidot

No hay comentarios: