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miércoles, 16 de noviembre de 2016

Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad Capítulo 60

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Harry Potter y los Métodos de la Racionalidad


Capítulo 60


El Experimento de la Prisión Stanford, Parte 10

dumbledore y fenix
Fan Art por dinosaurusgede

"Despierta."

Los ojos de Harry se abrieron a toda prisa pues se despertó con un jadeo asfixiante, un sacudido inicio para su cuerpo prono. No podía recordar sueño alguno, tal vez su cerebro había estado demasiado exhausto para soñar, parecía que acababa de cerrar sus ojos y luego escuchado esa palabra al momento siguiente.

"Debes despertar," dijo la voz de Quirinus Quirrell. "Te dí tanto tiempo como pude, pero sería sabio guardar al menos un uso de tu Giratiempo. Pronto debemos regresar cuatro horas al Lugar de Mary, aparentando en toda manera que no hemos hecho nada interesante este día. Deseaba hablar contigo antes de eso."

Harry lentamente se sentó en el medio de la oscuridad. Su cuerpo dolía, y no solamente en los lugares donde había yacido sobre el duro concreto. Las imágenes se tropezaban unas con otras en su memoria, todo su cerebro inconsciente había estado demasiado cansado para descartar todo en una pesadilla propiamente dicha.

Doce terribles vacíos flotando y descendiendo por un corredor de metal, deslustrando el metal a su alrededor, luz disminuida y temperatura cayendo a medida que los vacíos procuraban succionar toda la vida de éste mundo -

Piel blanca como la tiza, estirada justo por encima del hueso que había quedado después de que la grasa y el musculo hubieran desaparecido -

Una puerta de metal -

La voz de una mujer -

No, no era mi intención, por favor no mueras -

Ya no puedo recordar los nombres de mis hijos -

No te vayas, no te lo lleves, no no no -

"¿Qué era ese lugar?" Harry preguntó con voz ronca, con una voz empujada por fuera de su garganta como agua forzada a través de una tubería demasiado delgada, en la oscuridad casi sonaba como la rota voz que había tenido Bellatrix Black. "¿Qué era ese lugar? ¡Eso no era una prisión, eso era un INFIERNO!"

"¿Infierno?" comentó la calmada voz del Profesor de Defensa. "¿Te refieres a la fantasía de castigo Cristiana? Supongo que hay una similitud."

"Cómo -" La voz de Harry estaba bloqueada, había algo enorme hospedado en su garganta. "Cómo – cómo pueden ellos -" Personas habían construido ese lugar, alguien había hecho Azkaban, lo habían hecho a propósito, lo habían hecho deliberadamente, esa mujer, ella tenía hijos, niños que no recordaría, algún juez había decidido que eso le pasara a ella, alguien había necesitado arrastrarla dentro de esa celda y bloqueado la puerta mientras ella gritaba, alguien la había alimentado cada día y se había alejado sin dejarla salir -

"¿CÓMO PUEDEN LAS PERSONAS HACER ESO?"

"¿Por qué no deberían?" replicó el Profesor de Defensa. Una pálida luz azul iluminaba la bodega, en aquel momento, enseñando un alto, cavernoso techo de concreto, y un polvoriento piso de concreto; y al Profesor Quirrell sentándose algo distante de Harry, apoyando su espalda contra una pared pintada; la pálida luz azul convertía las paredes en una superficie glaciar, el polvo en el piso en nieve moteada, y al hombre delante suyo en una escultura de hielo, envuelto en la oscuridad en las partes cubiertas por su túnica. "¿De qué uso son los prisioneros de Azkaban para ellos?"

La boca de Harry se abrió para graznar. Ninguna palabra salió.

Una débil sonrisa torció los labios del Profesor de Defensa. "Sabe, Sr. Potter, si Aquel-Que-No-Debe-Ser-Nombrado hubiera llegado a gobernar sobre la Bretaña Mágica, y construido un lugar como Azkaban, la habría construido porque disfrutaba ver sufrir a sus enemigos. Y si en vez de eso él hubiera empezado a encontrar su sufrimiento desagradable, por la razón que fuera, habría ordenado que Azkaban fuera destrozada al día siguiente. En cuanto a aquellos que sí hicieron Azkaban, y aquellos que no la destruyeron, mientras pregonan sublimes sermones e imaginan que ellos mismos no son villanos... bueno, Sr. Potter, creo que si tuviera la elección de tomar té con ellos, o de tomar té con Quien-Usted-Sabe, encontraría mis sensibilidades menos ofendidas por el Señor Oscuro."

"No lo comprendo," Harry dijo, su voz temblaba, había leído sobre el clásico experimente de la psicología de las prisiones, los ordinarios estudiantes de universidad que se habían convertido en sádicos tan pronto como les fue asignado el rol de guardas de prisión; sólo que ahora él se daba cuenta que el experimento no había examinado la pregunta correcta, la pregunta que era la más importante, no habían observado a la gente clave, no los guardas de prisión sino todos los demás, "Realmente no entiendo, Profesor Quirrell, cómo pueden las personas quedarse ahí y permitir que esto pase, por qué el país de Bretaña mágica está haciendo esto -" la voz de Harry se detuvo.

Los ojos del Profesor de Defensa aparecían del mismo color que siempre, bajo la pálida luz azul, pues la luz era del mismo color que los irises de Quirinus Quirrell, esas esquirlas de hielo que nunca se derretían. "Bienvenido, Sr. Potter, a su primer encuentro con las realidades políticas. ¿Qué tienen las desdichadas criaturas dentro de Azkaban para ofrecer a cualquier facción? ¿Quién se beneficiaría de ayudarlas? Un político que abiertamente se aliará con ellos sería asociado con criminales, con la debilidad, con cosas desagradables que las personas prefieren no pensar. Alternativamente, los políticos podrían demostrar su fuerza y crueldad al pedir sentencias más largas; hacer una muestra de fuerza requiere una victima a la que puedas aplastar bajo tus pies, después de todo. Y la población aplaude, porque su instinto es apoyar al ganador." Una fría y divertida carcajada. "Vera usted, Sr. Potter, nadie cree que ellos mismos irán a Azkaban, así que no ven daño para ellos mismos. En cuanto a lo que hacen a otros... ¿Supongo que alguna vez le enseñaron que las personas se preocupan por ese tipo de cosas? Es una mentira, Sr. Potter, a las personas no les importa en lo más mínimo, y de no ser porque usted tuvo una infancia muy resguardada ya lo habría notado hace un largo tiempo. Consuélese a sí mismo con ésto: aquellos que ahora son prisioneros en Azkaban votaron por los mismos Ministros de Magia que solicitaron que sus celdas se movieran más cerca de los Dementores. Admito, Sr. Potter, que veo poca esperanza para la democracia como una forma efectiva de gobierno, pero admiro la poesía de cómo hace que sus víctimas sean cómplices en su propia destrucción."

El recientemente coherente ser de Harry amenazaba con destrozarse en fragmentos otra vez, las palabras cayendo como martillazos sobre su conciencia, haciéndolo retroceder, paso a paso, hacia el precipicio donde acechaba algún basto abismo; y él estaba intentando salvarse a sí mismo, con alguna ingeniosa replica que pudiera refutar las palabras, pero la replica no surgía.

El Profesor de Defensa observó a Harry, su mirada reflejando más curiosidad que autoridad. "Es muy simple, Sr. Potter, comprender cómo Azkaban fue construido, y cómo continua siendo. A los hombres les importa lo que, ellos mismos, esperan sufrir o ganar; y por tanto tiempo han esperado no repetirlo sobre ellos mismos, que su crueldad y descuido no tiene limites. Todos los otros magos de éste país no son tan diferentes por dentro de aquel que juró gobernar sobre ellos, Quien-Usted-Sabe; lo único que a ellos les hace falta es su poder y su... franqueza."

Las manos del niño estaban apretadas en puños tan cerrados que las uñas estaban cortando sus palmas, si sus dedos eran blancos o su rostro pálido no se podía ver, pues la reducida luz azul lanzaba hielo o sombra sobre todo eso. "Usted una vez me ofreció apoyo si mi ambición era convertirme en el siguiente Señor Oscuro. ¿Es ese el por qué, Profesor?"

El Profesor de Defensa inclinó su cabeza, una fina sonrisa sobre sus labios. "Aprenda todo lo que tengo para enseñarle, Sr. Potter, y con el tiempo usted dominará éste país. Entonces usted podrá desgarrar la prisión que la democracia construyó, si encuentra que Azkaban todavía ofende sus sensibilidades. Le guste o no, Sr. Potter, el día de hoy usted ha visto que su propia voluntad entra en conflicto con la voluntad del pueblo de éste país, y que usted no baja la cabeza y no se rinde ante sus decisiones cuando eso ocurre. Así que para ellos, lo sepan ellos o no, y sea que usted lo reconozca o no, usted es su próximo Señor Oscuro."

Bajo la monocromática luz, imperturbable, tanto el niño como el Profesor de Defensa parecían estáticas esculturas de hielo, los irises de sus ojos reducidos a colores similares, viéndose como la misma persona bajo esa luz.

Harry contempló directamente aquellos ojos pálidos. Todas las preguntas largamente suprimidas, las que él se había convencido que ponía en espera hasta los Idus de Mayo. Eso había sido una mentira, Harry lo sabía ahora, un auto-engaño, él había guardado silencio por temor de lo que pudiera escuchar. Y ahora todo salía de sus labios, todo al mismo tiempo. "En nuestro primer día de clases, usted procuró convencer a mis compañeros de que yo era un asesino."

"Usted lo es." Animadamente. "Mas si su pregunta es por qué se los conté a ellos, Sr. Potter, la respuesta es que usted hallará que la ambigüedad es una gran aliada en su camino hacia el poder. De una señal de Slytherin un día, y contradiga aquella señal con otra de Gryffindor al día siguiente; y los Slytherins serán capaces de creer lo que desean, mientras que los Gryffindors discutirán consigo mismos para apoyarlo también. Siempre y cuando haya incertidumbre, las personas pueden creer lo que parezca ser para su propia ventaja. Siempre y cuando usted aparezca fuerte, siempre y cuando parezca estar ganando, sus instintos les dirán que su ventaja yace con usted. Camine siempre entre las sombras, y tanto la luz como la oscuridad lo seguirán."

"Y," dijo el niño, su voz controlada, "¿qué quiere obtener usted de todo esto?"

El Profesor Quirrell se había apoyado más contra la pared donde se había sentado, poniendo su cara en las sombras, sus ojos cambiando del pálido hielo a las rendijas oscuras más propias de su forma de serpiente. "Deseo que Bretaña se vuelva más fuerte bajo un líder fuerte; ese es mi deseo. En cuanto a mis razones para ello," el Profesor Quirrell sonrió sin alegría, "creo que permanecerán conmigo."

"La sensación de destrucción que siento alrededor suyo." Las palabras se iban volviendo más difíciles de pronunciar, pues el tema iba danzando cada vez más cerca hacia algo terrible y prohibido. "Usted siempre supo que significaba."

"Tenía varias suposiciones," comentó el Profesor Quirrell, su expresión era inescrutable. "Y no revelaré todo lo que deduje. Pero si te diré por lo menos lo siguiente: es tu destrucción la que se asoma cuando nos acercamos, no la mía."

Por una vez el cerebro de Harry se las arregló para marcar esto como una afirmación cuestionable y una posible mentira, en vez de creer todo lo que había escuchado. "¿Por qué a veces se convierte en un zombi?"

"Razones personales," respondió el Profesor Quirrell sin nada de humor en la voz.

"¿Cuál fue su motivo ulterior para rescatar a Bellatrix?"

Hubo un breve silencio, durante el cual Harry procuró con esfuerzo controlar su respiración, mantenerla estable.

Finalmente el Profesor de Defensa se encogió de hombros, como si no fuera importante. "Todo al respecto lo he dicho para usted, Sr. Potter. Le conté todo lo que necesitaba saber para deducir la respuesta, de haber sido usted lo suficiente maduro para considerar de primera esa obvia pregunta. Bellatrix Black era la sirviente más poderosa del Señor Oscuro, su lealtad era la más confiable; ella era la única persona con la mayor probabilidad de que se le entregara alguna parte de las artes ocultas de Slytherin que debieron ser para usted."

Lentamente la ira trepó sobre Harry, lenta la cólera, algo terrible empezando a hervir en su sangre, en unos cuantos momentos él diría algo que no debería salir de su boca mientras los dos estuvieran a solas en una bodega abandonada -

"Sin embargo ella era inocente," prosiguió el Profesor de Defensa. No estaba sonriendo. "Y el grado hasta el cual todas sus opciones le fueron arrebatadas, es tan grande que ella nunca tuvo una oportunidad de sufrir por sus propios errores... me resulta aquello excesivo, Sr. Potter. Si ella no le cuenta nada que pueda usar -" El Profesor de Defensa volvió a encogerse de hombros ligeramente. "No consideraré que fue este un día de trabajo desperdiciado."

"Que altruista de su parte," Harry espetó con frialdad. "Si todos los magos son por dentro como Quien-Usted-Sabe, ¿es usted una excepción a eso, entonces?"

Los ojos del Profesor de Defensa seguían dentro de la sombra, oscuros pozos que no podían ser penetrados. "Diga que es un capricho, Sr. Potter. A veces me ha divertido jugar la parte de un héroe. Quien sabe si Quien-Usted-Sabe afirmaría lo mismo."

Harry abrió su boca una última vez -

Y descubrió que no podía hablar, no podía realizar la pregunta final, la última y más importante cuestión, no podía hacer que salieran las palabras. Aún cuando rehusarse de ese modo era prohibido para alguien racional, pues por todo lo que había recitado la Letanía de Tarski o la Letanía de Gendlin o jurado que todo lo que pudiera ser destruido por la verdad debería serlo, en ese único momento, no pudo obligarse a sí mismo a decir su última pregunta en voz alta. A pesar de saber que estaba pensando de manera incorrecta, aún cuando se suponía que él debía ser mejor que esto, a pesar de todo no pudo pronunciarlo.

"Ahora es mi turno de interrogarte." La espalda del Profesor Quirrell se separó de la pared glacial pintada de concreto donde se había apoyado. "Me estaba preguntando, Sr. Potter, si usted tenía algo para decir sobre el hecho de casi asesinarme y arruinar nuestros esfuerzos mutuos. Entiendo que una disculpa, en tales casos, es considerada una señal de respeto. Sin embargo usted no me ha ofrecido ninguna. ¿Es que acaso no sabe cómo hacerlo, Sr. Potter?"

El tono era calmado, el silencioso filo tan fino y cortante que te cortaría por la mitad antes de darte cuenta que te estaban asesinando.

Y Harry simplemente observó al Profesor de Defensa con ojos fríos que nunca retrocederían ante nada; ni siquiera ante la muerte, de ahora en adelante. Ya no estaba en Azkaban, ya no le tenía miedo a la parte suya que no le tenía miedo a nada; y la sólida piedra preciosa que era Harry había rotado para enfrentarse al estrés, girando con suavidad de una faceta a otra, de la luz hacia la oscuridad, del calor al frio.

¿Una táctica calculada de su parte, para hacerme sentir culpable, ponerme en una posición donde me debo subyugar?

¿Emoción genuina de su parte?

"Ya veo," comentó el Profesor Quirrell. "Supongo que eso responde -"

"No," lo interrumpió el niño con una helada, compuesta voz, “usted no va a controlar la conversación tan fácilmente, Profesor. Llegué a considerables extremos para protegerlo a usted y sacarlo de Azkaban a salvo, después de que pensé que usted había intentado asesinar a un oficial de policía. Eso incluyó encarar a doce Dementores sin un Encantamiento Patronus. Me pregunto, de haberme disculpado cuando usted lo demandó, ¿habría usted dicho gracias a cambio? ¿O estoy en lo correcto al pensar que era mi sumisión lo que usted demandaba, y no solamente mi respeto?"

Hubo una pausa, y luego la voz del Profesor Quirrell surgió en replica, abiertamente helada y con peligro que no era velado. "Parece que usted sigue siendo incapaz de perder, Sr. Potter."

La oscuridad salió de los ojos de Harry sin tambalear, el propio Profesor de Defensa reducido a una cosa mortal dentro de ellos. "Oh, ¿y está usted reflexionando ahora, sobre si usted debería pretender perder ante mí, y pretender humillarse ante mi propia ira, con el objetivo de preservar sus propios planes? ¿Acaso el pensamiento de una calculada y falsa disculpa le cruzó por su mente? A mí tampoco, Profesor Quirrell."

El Profesor de Defensa se rió, bajo y sin humor, más vacío que el vacío entre las estrellas, tan peligroso como cualquier vacío saturado con radiación dura. "No, Sr. Potter, usted no ha aprendido su lección, para nada."

"Pensé en perder muchas veces, en Azkaban," declaró el niño, su voz nivelada. "Que yo simplemente debía rendirme, y entregarme a los Aurores. Perder habría sido la cosa sensata para hacer. Escuché su voz indicándolo, en mi mente; y lo habría hecho, si sólo se hubiera tratado de mí. Mas no fui capaz de perderle a usted."

Hubo silencio, entonces, por un tiempo; como si ni siquiera el Profesor de Defensa pudiera pensar del todo en qué responder ante eso.

"Tengo curiosidad," dijo el Profesor Quirrell al fin. "¿Por qué cree que debería yo disculparme, precisamente? Le di instrucciones explicitas en el evento de una pelea. Usted debía estar agachado, permanecer fuera del camino, lanzar ninguna magia. Usted violó aquellas instrucciones y arruinó la misión."

"No tomé decisión alguna," el niño declaró sin alzar la voz, "no hubo elección, sólo el deseo de que el Auror no tuviera que morir, y mi Patronus estaba allí. Para que ese deseo nunca ocurriera, usted debió haberme advertido que podría llegar a hacer una finta usando la Maldición Asesina. Automáticamente, asumí que si su varita apuntaba a alguien y pronunciaba Avada Kedavra, es porque usted lo quiere muerto. ¿No debería ser esa la primera regla de la Seguridad para las Maldiciones Imperdonables?"

"Las reglas son para los duelos," contestó el Profesor de Defensa. Algo de la frialdad había regresado a su voz. "Y los duelos son un deporte, no una rama de la Batalla Mágica. En un combate real, una maldición que no puede ser bloqueada y que debe ser esquivada es una táctica indispensable. Había considerado que esto era obvio para usted, pero parece ser que juzgué mal su intelecto."

"También me parece imprudente," habló el niño, continuando como si el otro no hubiera dicho nada, "no contarme nada sobre el hecho de que lanzar cualquier hechizo sobre usted podría matarnos a ambos. ¿Qué tal si usted hubiera sufrido algún percance, y yo hubiera intentado un Innervate, o un Encantamiento Levitador? Esa ignorancia, que usted permitió por propósitos que no puedo suponer, también jugó parte en esta catástrofe."

Hubo otro silencio. Los ojos del Profesor de Defensa se volvieron como rendijas, y hubo una fugaz mirada de confusión sobre su rostro, como si hubiera encontrado una situación completamente desconocida; y el hombre prosiguió sin pronunciar palabra.

"Bueno," opinó el niño. Sus ojos no se había desviado de los del Profesor de Defensa. "Ciertamente me arrepiento de haberlo lastimado, Profesor. Sin embargo no creo que la situación requiera que yo me subyugue ante usted. Realmente nunca comprendí el concepto de disculpa, menos aún si aplica a una situación como esta; ¿si usted cuenta con mi arrepentimiento, mas no mi sumisión, cuenta eso como decir lo siento?"

Una vez más esa fría, helada risa, más oscura que el vacío entre las estrellas.

No lo sabría," reconoció el Profesor de Defensa, "Yo, también, nunca entendí el concepto de disculpa. Esa táctica sería fútil entre nosotros, parece, con los dos siendo conscientes de que sería una mentira. No hablemos más de ello, entonces. Las deudas se saldarán entre nosotros a su debido tiempo."

Hubo silencio por un tiempo.

"Por cierto," arguyó el niño. "Hermione Granger nunca habría construido Azkaban, sin importar quién fuera a ser puesto allí adentro. Y ella habría muerto antes de lastimar a un inocente. Nada más lo menciono, ya que usted aseveró que todos los magos son como Quien-Usted-Sabe por dentro, y eso no es más que una falsedad pretendiendo ser un simple hecho. Me habría dado cuenta antes de no haber estado," el niño dejó escapar una breve y siniestra sonrisa, "estresado."

Los ojos del Profesor de Defensa estaban medio cerrados, su expresión distante. "El interior de las personas no siempre es como su exterior, Sr. Potter. Quizá ella únicamente desea que otros piensen que es una buena niña. Ella no es capaz de usar el Encantamiento Patronus -"

"Ja," interrumpió el niño; su sonrisa parecía más real ahora, más caliente. "Ella está teniendo problemas exactamente por la misma razón que yo. Hay suficiente luz dentro de ella como para destruir Dementores, estoy seguro. Ella no sería capaz de evitar destruir Dementores, aún a costa de su propia vida..." El niño se sumió en sus pensamientos, y cuando su voz regresó dijo. "Puede que yo no sea tan buena persona, tal vez; pero las personas buenas existen, y ella es una de ellos."

Con sequedad. "Ella es joven, y hacer una exhibición de amabilidad le cuesta poco."

Hubo una pausa ante esto. Entonces el niño habló, "Profesor, tengo que preguntar, cuando usted ve algo totalmente oscuro y melancólico, ¿no se le ocurre nunca intentar mejorarlo de algún modo? Por ejemplo, sí, algo sale terriblemente mal en las cabezas de las personas que los hace pensar que es grandioso torturar criminales, sin embargo eso no significa que ellos sean verdaderamente malvados por dentro; y quizá si usted les enseñará las cosas correctas, les mostrara lo que ellos estaban haciendo mal, usted podría cambiar -"

El Profesor Quirrell se rió, entonces, y no con el vacío de antes. "Ah, Sr. Potter, a veces olvido lo joven que es usted. Sería más fácil cambiar el color del cielo." Otra carcajada, esta vez más fría. "Y la razón por la cual es fácil para usted perdonar tales tonterías y pensar bien de ellos, Sr. Potter, es que usted mismo no ha sido gravemente herido. Pensará con menos cariño de los idiotas del común tras la primera intervención de ellos que le cueste a usted algo querido. Ojalá sean cien Galeones de su propio bolsillo, en vez de las agonizantes muertes de cientos de extraños." El Profesor de Defensa estaba sonriendo débilmente. Extrajo un reloj de bolsillo de entre su túnica, le echó una ojeada. "Partamos ahora, si no hay nada más para conversar entre nosotros."

"¿No tiene ninguna pregunta sobre las cosas imposibles que realicé para sacarnos de Azkaban?"

"No," contestó el Profesor de Defensa. "Creo que ya he resuelto la mayoría de ellas. En cuanto al resto, es muy raro que encuentre a una persona que no puede descifrar inmediatamente con un solo vistazo, sea amigo o enemigo. Resolveré los rompecabezas sobre usted por mi cuenta, a su debido tiempo."

El Profesor de Defensa se empujó a sí mismo para arriba, apoyándose en la pared de atrás con ambas manos hasta ponerse de pie, con agilidad aunque quizá muy despacio. El niño, con menos gracia, hizo lo mismo.

Y el niño espetó la última y más terrible cuestión que antes había sido incapaz de pronunciar; como si decirla en voz alta la hiciera real, y como si no fuera, a estas alturas, nefastamente obvia.

"¿Por qué no soy como los otros niños de mi edad?"

...

En un camino apartado del Callejón Diagon, donde restos de basura sin Desvanecer podían ser vistas amontonadas en los bordes de la calle de ladrillos y la construcción cuyos lados eran ladrillo blanco, junto con desperdigados restos de suciedad y otras señales de negligencia, un mago antiguo y su fénix Aparecieron en existencia.

El mago ya iba a coger el reloj de arena dentro de su túnica cuando, por habito, sus ojos saltaron a un espacio al azar entre el camino y la pared, para memorizarlo -

Y el mago anciano parpadeo sorprendido; había un pedazo de pergamino en ese lugar.

Una arruga cruzó la cara de Albus Dumbledore al tiempo que dio un paso hacia adelante y lo cogió, procediendo a desdoblar el arrugado recorte.

Dentro había una sola palabra "NO", y nada más.

Lentamente el mago lo dejó deslizar de entre sus dedos. Ausente se acercó al pavimento, y recogió el más cercano pedazo de pergamino, que se veía notablemente similar al que él acababa de tomar; lo tocó con su varita, y un momento después tenía inscrito la misma palabra "NO", con la misma escritura, que era la suya propia.

El mago anciano había planeado regresar tres horas a cuando Harry Potter llegó en primer lugar al Callejón Diagon. Ya había observado, mediante sus instrumentos, que el niño dejaba Hogwarts, y eso no podía ser deshecho (su único intento de engañar a sus propios instrumentos, y de controlar el Tiempo sin alterar su apariencia para sí mismo, había terminado con un desastre tal que lo convenció de nunca procurar semejante truco). Había esperado retirar al niño en el primer momento posible tras su llegada, y llevarlo a otro lugar seguro, tal vez no Hogwarts (porque sus instrumentos no habían mostrado el regreso del niño). Pero ahora -

"¿Una paradoja si lo retiro inmediatamente después de que él llegue al Callejón Diagon?" murmuró el mago anciano para sí mismo. "Quizá ellos no pusieron sus planes en marcha para robar Azkaban, hasta después de que confirmaron su llegada aquí... o a lo mejor... tal vez..."

...

Concreto pintado, piso duro y techo distante, dos figuras encarándose una a la otra desde lados opuestos. Una entidad vestía la figura de un hombre al final de sus treinta que ya estaba quedándose calvo, y otra mente que vestía la forma de un niño de once años de edad con una cicatriz sobre su frente. Hielo y sombre, pálida luz azul.

"No lo sé," admitió el hombre.

El niño se lo quedó mirando. Y luego dijo, "¿Oh, en serio?"

"De verdad," reiteró el hombre. "No sé nada, y de mis suposiciones nada hablaré. Aún así al menos diré esto -"

Capítulo 59             Capítulo 61


...

Nota del Traductor

Que sorpresa, me tardé más de lo esperado. Igualmente, las dos semanas que debería tomarme traducir el próximo capítulo podrían llegar a crecer mágicamente, pero espero con ingenuo optimismo que no sea ese el caso.

El siguiente episodio involucra muchas teorías de viaje en el tiempo, lo que será divertido de leer, y una patada en el trasero para traducir.

Creo que el cinismo de Quirrell es peligrosamente contagioso.

Con sinceridad, les manifiesto mis agradecimientos por su constante atención, ojalá tengan un día proporcionalmente agradable.
...

Escrito por Less Wrong / Eliezer Yudkowsky


Traducido al español por +Rhaidot 



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